jueves, 9 de julio de 2009

Fábula de los Once

Tiene nombre de triunfo, la primera de los once, no sé si algún día fue niña supongo que si, siempre la vi un poco madre, un poco amiga, un poco hermana. A veces bombero, a veces constructora de sueños o el cristal con el que observábamos la vida.
El rebelde, el que vivió la vida como quiso vivirla, de la agronomía a la administración y de la administración a la nada. Prisionero de la injusticia desarraigado y tan añorado. Le conocí tarde quizás, no lo sé es una historia indefinida.
Camila, ¿quién no ha recibido su ayuda?, su generosidad es muy grande, es capaz de quedarse sin nada por compartirlo, y lo hace sin esperar trueque alguno.
Indiferente y distante, a veces frívola o con una capa tan dura que ni ella misma es capaz de romperla, pero tan humana como cualquiera, así aprendí que son las heridas y los sueños rotos los que nos vuelven duros por fuera, aunque por dentro tengamos el mismo corazón.
Comprador de sueños, la vida lo colocó en un lugar, que quizás nunca quiso. Siempre escuchado y respetado, es vínculo y fuerza.
La flor que lleva alegría, chispa, no hay negro siempre es blanco, siempre callada hasta que habló...
Impulso y pasión marcan su vida, la magia brota de sus manos, una vara, un listón y silicón, transforma lo que toca, le da otra visión.
Dubitativo, reparador, mayoral en el albor de nuestros juegos de niños, compañero en mi adolescencia.
El retrato de mis sueños, de mis temores, de mis fracasos y mis éxitos.
Converge en la búsqueda de Agapē, en ocasiones espada devastadora, en otras simplemente esponja de sensaciones.
Camarada de todos, incansable soñador, sonrisas al por mayor, compañero de juegos del Benjamín.
Adusto en días, risas en otros, un poco temible, y en abundancia servicial e incondicional.
Así son los once desde mi crisol, entretejidas sus vidas, entretejidos sus sueños, divergentes de opinión pero unidos por algo más que el amor.
Once caminos, once guerreros, once niños, once compañeros. Desvelos de mi madre, y cimientos de nuestras vidas.
Abriéndose paso en la vida, algunos como salmones contra corriente, otros como hojas de árbol en el agua dejándose llevar.
Aunque a veces se sienten indiferentes, aunque creas, que estas solo ten la certeza que siempre están ahí, observándote de forma discreta, otras no tanto, distraídos por sus propias vidas, pero atentos ante el dolor y las alegrías.
Te dejan caminar aun cuando avizoran el peligro, no te sostienen pero nunca dejarán que te hagas daño, y cuando esto sea inevitable estarán ahí para secar tus lágrimas o para compartirlas contigo.

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